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sábado, 12 de octubre de 2013

UN ESTADO ARMENIO en la Argentina


ARMENIA EN LA ARGENTINA

por Armando Alonso Piñeiro

                 Los armenios de todo el mundo – y también los 75.000 que viven en la Argentina – celebran el 28 de mayo su “día nacional”.  Pocos son, sin embargo, los que recuerdan que la larga diáspora de ese pueblo estuvo a punto de tener un asombroso desenlace, constituyéndose el Estado Armenio nada menos que en territorio de la República Argentina.   Acaso esta afirmación pueda ser algo aventurada puesto que todo no pasó de un intento verbal y naturalmente el gobierno argentino en ningún momento y bajo ningún concepto podía permitir el desmembramiento del territorio nacional.  Pero a título de curiosidad, vale la pena recordar el episodio.


Los antecedentes.

                Los armenios no han sido un pueblo afortunado.  Aunque tienen vastos méritos para figurar con honra en la historia de la civilización (su existencia se remonta a 35 siglos atrás; la Biblia recuerda que Noé y sus hijos desembarcaron del Arca precisamente en Armenia y el cristianismo fue adoptado por este pueblo en el año 287, medio siglo antes que el Imperio Romano de Oriente bajo Constantino el Grade, diversos dominadores devastaron su territorio a lo largo de las centurias.

                Al expirar el siglo XIX, los armenios estaban bajo el poder del Imperio otomano, y como por supuesto había armenios en Armenia, al sultán Abdul-Hamid II no se le ocurrió mejor solución que organizar varias masacres en el período 1894-1896 para eliminarlos físicamente del territorio que Turquía detentaba.  En esos eficaces operativos murieron trescientos mil armenios.

                El problema no mejoró en los primeros años de este siglo, sino que se complicó con el estallido de la primera guerra mundial.  En 1915 los turcos llevaron a cabo nuevas y mortíferas matanzas, en lo que se conoce como el primer genocidio del siglo XX.   Historiadores contemporáneos  - caso de Arnold Toynbee- han condenado vigorosamente estos hechos, premonitorios de la “solución judía” instrumentada por el nazismo hitleriano veinticinco años después.

                En 1918 la situación internacional parecía facilitar las cosas.  Se constituyó el Estado Armenio con los territorios que había ocupado Rusia, de manera que el 28 de mayo se proclamó la independencia.  Un año después, también el 28 de mayo (aquí la fecha nacional), el territorio se amplió con las provincias armenias hasta entonces en poder de Turquía.  El Tratado de Sèvres, del 10 de agosto de 1920, legalizó este moderno renacimiento de Armenia.  

                Pero apenas si la nueva situación duró unas pocas semanas.  Las ambiciones soviéticas por un lado y las turcas por otro – ambas a la caza de nuevos territorios – hicieron olvidar prontamente los pactos internacionales.  Las potencias europeas signatarias del Tratado de Sèvres, además, olvidaron también sus compromisos.  Y mientras los turcos cañoneaban la llamada Armenia turca, los soviéticos hacían lo propio con la otra región, proclamando la República Socialista Soviética de Armenia.


El neutralismo de Yrigoyen.

                En los debates de la Sociedad de las Naciones celebrados en 1921 el problema continuó agitándose.  En general se sostenía  que los armenios tenían derecho a poseer un hogar propio.  Pero el delegado turco, Ismet Pashá, comparó el problema con el caso judío, negando la posibilidad de que los armenios volvieran a su tierra.  “¿Veis el difunto Hogar Judío en Palestina? Nadie va a construirlo”, ejemplificó quien evidentemente no tenía demasiadas dotes de clarividencia.

Ismet Pashá
(1873-1928)
                En esos tempestuosos debates comenzó a delinearse cada una de las posiciones en pugna.  Los soviéticos afirmaron que Moscú estaba dispuesta  a integrar Armenia, bajo el símbolo de la hoz y el martillo.  Los franceses propusieron que se creara una zona para los armenios cerca de Siria.  Los turcos trataron de conciliar simpáticamente las cosas sugiriendo que no había nada que impidiera la formación de un Estado armenio..., siempre que no fuera dentro de los límites armenios...

                “Una pintoresca nota, si todo el asunto no fuera en trágico – afirma una publicación oficial armenia -, la dio la sugerencia del delegado inglés Montgomery de que puesto que los turcos no aceptarían jamás el Hogar Nacional, se insistiera en que éste se creara en Brasil o en la Argentina.  Esta absurda iniciativa, fruto seguramente de la primitiva idea sionista en tal sentido, ya descartada, y fundada en la asimilación del caso armenio al judío en que los turcos no insistían, no tuvo ningún resultado “ El tratado de Sèvres y la cuestión armenia, Buenos Aires, 1970, p.57.

                Objetivamente, hay que reconocer que la idea de establecer el Estado Armenio en territorio argentino no era original del  delegado británico.  El político turco Ahmed Djevdet Bey escribió:  “Si los armenios no quieren vivir en absoluto con nosotros, pueden irse a la Argentina y allí establecer su población”.  Y añadía alegremente:   “Que sigan el ejemplo de los judíos, que viven tan felices sin reclamar ningún privilegio nacional”.  Djevdet Bey consideraba que la cuestión armenia estaba bellamente superada: “Así se han librado de un dolor de cabeza los turcos, las grandes potencias y los armenios”, era su conclusión.
 
 

Hipólito Yrigoyen
Presidente de Argentina
(n.1852 y m.1933)
 
                Lamentablemente,  no hay demasiados antecedentes sobre el pintoresco proyecto de una Armenia argentina – sin descartar que este atractivo tema pueda suscitar tentadoras investigaciones -, pero los armenios reaccionaron siempre contra la peregrina posibilidad.  “Como se ve – explican en el libro ya citado -, los dirigentes turcos no trepidaban con absoluta insolencia – seguros de que sus palabras nunca serían difundidas en este continente – en regalar burlonamente a sus víctimas armenias, territorios argentinos, sea directamente o por medio de delegados de otros países”. 

                Suele olvidarse, sin embargo, que la Argentina fue propuesta en la Liga de las Naciones como mandataria de Armenia.  En esos momentos nuestro país no estaba adherido aún a la entidad internacional, porque había aquí una fuerte resistencia a la afiliación.  Gobernaba la Argentina el radicalismo, con Hipólito Yrigoyen en la Casa Rosada, cuyo neutralismo internacional era proverbial.  Pero como lo acaba de señalar una historiadora norteamericana, fue la probabilidad de la designación argentina como mandataria de Armenia “lo que en realidad convenció a ese ámbito (el de los políticos y hombres de negocios) para apoyar el movimiento popular en favor de la unión con la Liga” (Jane Van Der Karr, La primera guerra mundial y la política económica argentina, Buenos Aires, 1974).

                Nuestro país se adhirió oficialmente a la precursora de la UN el 12 de julio de 1919.  No obstante, a fines de ese año la Casa Rosada se negó a aceptar el mandato sobre Armenia, basándose aparentemente en razones exclusivamente  financieras: la administración de Armenia iba a constituir una pesada carga económica.  Personalmente, juzgamos que el problema era más complejo: el radicalismo no deseaba complicaciones internacionales, un desenlace que no iba a poder evitarse.

 

Capítulo extraído de

Alonso Piñeiro, Armando: La historia argentina que muchos argentinos no conocen,  4ª. Edición, Buenos Aires, 1983.
              

 
 
 
 
 
 
 


   Armando Alonso Piñeiro, Premio Konex 1987


 Nació el 21/08/1934. Historiador, lingüista, filólogo y periodista. Fundador y Director, desde 1981, de la Revista-Libro Historia. Director de Ediciones AP y, desde 1976, del Estudio Alonso Piñeiro (consultores en comunicaciones profesionales).Miembro de la Academia Nacional de Periodismo. Presidente del Consejo Argentino de Estudios Económicos, Jurídicos y Sociales. Presidente del Observatorio Argentino de Comunicación Social. Presidente de la Academia Argentina de Arte y Ciencias de la Comunicación (1990-2007). Autor de más de 90 libros. Realizó más de 80 viajes al exterior de los cinco continentes. Participó en congresos nacionales e internacionales y realizó investigaciones históricas en Buenos Aires, Washington, Indiana, Londres, Bonn, Estocolmo, Madrid, Sevilla, Cartagena de Indias, Las Palmas, Bucarest y Budapest. Fue premiado en 140 oportunidades por organismos nacionales e internacionales.            
 
 
 



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